sábado, 22 de enero de 2011

El día en el que los relojes se pararon (2ª Parte)

Viene de "El día en el que los relojes se pararon":


Paul pilotaba el bombardero B-29, una auténtica fortaleza voladora en aquellos tiempos que contaba con una preparada tripulación de ocho miembros. Mascaba chicle con nerviosismo, al tiempo que ojeaba sin descanso el cuadro de instrumentos del panel de control. La madrugada estaba siendo desapacible. La lluvia que estaba cayendo podía dificultar el objetivo de aquel vuelo, aunque confiaban en el pronóstico que daba el parte meteorológico, el cual predecía tiempo despejado en cuanto amaneciese. Comprobó que la altitud, velocidad y rumbo eran los adecuados y, presionando su entrecejo con los dedos índice y pulgar, dejó al mando a su copiloto.

-Creo que voy a por un poco de café. Desde anoche no he tomado nada, ni siquiera antes del despegue. No tenía buen cuerpo.
-Si no le importa tráigame un poco, señor.

Dejó la gorra sobre el asiento y se colocó la chaqueta de cuero marrón con insignias militares en los hombros. Su mente no paraba de dar vueltas sobre la misión que les habían asignado. Se preguntaba si tendrían éxito o si por el contrario el enemigo habría obtenido información secreta y serían derribados antes de alcanzar su objetivo. Si en el caso de culminar la misión todo aquello serviría realmente para finalizar la guerra o tan solo sería un punto y aparte en la escalada bélica del Pacífico. Una voz interior surgió intentando poner en orden todos estos pensamientos, una voz que afirmaba que él tan solo era un soldado al que habían encomendado aquel asunto y que un gran número de vidas de compatriotas suyos dependían de su culminación. 

También era consciente de que el éxito o el fracaso de la misión dependía en gran medida de la actitud que mostrara ante sus hombres, por lo que debía permanecer sereno y firme en todas sus acciones hasta que regresaran a la base.

Abrió la portezuela que separaba la cabina del resto del avión y se dirigió hacia un habitáculo que se había acondicionado como comedor. Un cabo, destinado en el puesto de ametralladora que se encontraba en ese momento de descanso, se levantó, haciéndole el saludo militar y a continuación le ofreció una galleta y un café.

-Gracias, señor Scott. 

Tomaron asiento uno al lado del otro, en una hilera de sillas plegables distribuidas a lo largo del extremo de babor. Paul dio un pequeño sorbo. El ruido del motor era ensordecedor y, al contrario que en la cabina, debían alzar la voz para poder oirse el uno al otro.
-En un par de horas habrá acabado todo.
-¿Así lo cree, señor?
-No tengo la más mínima duda de que el enemigo se rendirá. Lo contrario sería de locos.
-¿No es de la opinión de que este es un país de orgullosos y lunáticos guerreros?

-Más bien soy de la opinión de que a pesar de su glorioso pasado imperial, la evidencia de que esta es una guerra de la cual no pueden salir victoriosos les obligará a reconsiderar muy seriamente sus opciones.
-Ojalá no se equivoque, señor. 

Paul masculló una frase ininteligible y apuró su tentempié. La hora de la verdad se acercaba y todos ellos lo sabían, aunque no eran conscientes ni quizá lo fueron nunca de las terribles consecuencias que su acción iba a acarrear para decenas de miles de personas. Y no lo eran porque habían sido instruidos en una doctrina, la militar, en la que se proclamaba que todo soldado luchaba en el nombre de la verdad para destruir al enemigo de su país y de su dios, y en la que todo aquel que se cuestionara esta verdad suprema era considerado un traidor y perseguido como otro enemigo más.

Unas ligeras turbulencias sacudieron el avión. Paul se alzó tambaleante y, ayudándose de las cuerdas entrelazadas que había colgadas de la pared, se encaminó de regreso a la cabina resuelto a cumplir su cita con el destino.

Continuará...
Óscar Morcillo



5 comentarios:

  1. Si que son geniales. A esta marcha no hará falta comprarse el libro, ya nos los cuentas tu.
    Muchas gracias y un saludo.

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  2. Lamentablemente el desenlace final... será terrible.
    ¡Vaya forma de mantener la tensión!

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  3. @Rosa: Gracias a tí, saludos.

    @Javier: Es que publicarlo todo del tirón nos pareció excesivo (la gente cada vez lee menos). Un saludo.

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  4. Pues esta tensión solamente sirve para aumentar las ganas de leer el "continuará", me encanta como escribe Morcillo, es genial.
    Besotes Juanjo,

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  5. @RossCanaria: Sígue, sigue, guapa, te gustará.
    Besos.

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