Sir Martin Rees, toda una autoridad científica, creó una gran polémica en 2003, con su afirmación sobre las posibilidades de que nuestra civilización, tiene sólo un 50% de probabilidades de sobrevivir al presente siglo.
Según Rees, algunas investigaciones científicas deben desencaminarse de sus objetivos, porque resultan peligrosas ¿es esto frenar el progreso o es asegurárnoslo?
Los estadounidenses se sienten orgullosos de asumir riesgos y de ser “experimentadores”, sin embargo, en Europa, tenemos más presente el lado “oscuro” de la ciencia. Por ejemplo, en EEUU se comercializan alimentos manipulados genéticamente, sin ningún control ni etiquetaje específicos, mientras que en Europa, sí preocupa las repercusiones ecológicas y sanitarias de este tipo de alimentos. O el regulado régimen de prevención de riesgos aplicado en la “Unión Europea”, en materia de producción de sustancias químicas.
Y es que los europeos, estamos sensibilizados en cuestiones de seguridad medioambiental, y de los crecientes riesgos que acechan este campo y el de la sanidad en conjunto. En cambio EEUU, sigue sin ratificar el “Protocolo de Kioto”, entre otros tratados del mismo corte… Y es que en resumen, las políticas europeas, son mucho más precavidas que las estadounidenses, y lo mismo se da con sus sociedades en general.
Así, la política europea se rige por el “Principio de precaución”, política que no gusta en EEUU. Y es que en la UE somos más conscientes, y cada vez más, de la globalización, y de lo interconectado que está todo. Y ese es el enfoque científico que se necesita, uno que tenga en cuenta “la totalidad del mundo”.
Según la hipótesis de Gaia, la Tierra funciona como un organismo vivo, y los humanos, venimos a perturbar la bioquímica de ese organismo, sin pensar en las graves consecuencias que eso puede acarrearnos en el conjunto de la biosfera.
Por tanto, del futuro de la biosfera, del futuro de la Tierra, depende nuestro futuro individual. Si se hunde el barco, nos hundimos todos con él.
Desarrollo sostenible, gestión medioambiental global y multitud de tratados institucionalizadores del principio de precaución, son la bandera de la “Unión Europea”, una bandera que bien podría orientar al mundo hacia una “segunda Ilustración científica”, para ganar calidad de vida y armonía.
Dentro de lo que dice el “Protocolo de Kioto”, uno de los compromisos de la “Unión Europea” es producir el 22% de nuestra electricidad y que el 12% de nuestra energía sea de fuentes enérgicas renovables para el año 2010.
Y siguiendo con la naturaleza, hablemos ahora de los animales, la revista Nature publicó en 2004, un estudio científico que arrojaba la desoladora estadística: hasta un 37% de total de especies de plantas y animales que aún subsisten en la Tierra, podría extinguirse para el año 2050. El principal causante de este fenómeno es el calentamiento global.
Actualmente, el “derecho de los animales” empieza a cobrar peso, y en países como Alemania, se han aprobado leyes para defenderlos. Además, diversos estudios con animales, aseguran que sienten el dolor, el sufrimiento, el estrés, perciben el afecto, las emociones e incluso el amor.
Reconocer estos derechos, ¿dónde deja las corridas de toros? ¿Y la caza del zorro? ¿Y los abrigos de piel? ¿Y los animales sometidos a experimentos de laboratorio? ¿Y las peleas de gallos? ¿Y los animales criados en atroces condiciones para el consumo humano? ¿Y los animales del circo, es de recibo que estén enjaulados y obligados a actuar?
Personalmente, el año pasado asistí a una corrida de toros, ¡6 toros 6!, y fue una experiencia, que puedo asegurar, no repetiré… De hecho, no fui capaz de ver la corrida entera, al cuarto toro me marché de la plaza. Sale el toro, ya previamente herido con una divisa, le debilitan con las banderillas (que es como clavarle pequeños puñales), lo marean toreándolo y finalmente lo remata el torero, que parece que está haciendo algo muy heroico, ¿heroico? Por el amor de Dios, ¿heroico? Pero si han maltratado salvajemente a un animal, que desde luego ha jugado en todo momento en desventaja…
Y lo llaman, la fiesta nacional… ¡Qué país!
Pienso que proteger la biosfera, implica no sólo protegerla de contaminación, sino también preservar su riqueza en flora y fauna. Una cosa es que tengamos que utilizar algunos animales en la alimentación (aunque eso no de derecho a que se les críe en condiciones atroces) o que se utilicen animales para el estudio de fármacos (que no el de cosméticos), y otra muy distinta es que les matemos por ocio.
A favor de los animales, se han asentado en los últimos años, las “parques de paz transfronterizos”, a través de los cuales, los animales pueden desenvolverse íntegramente en los ecosistemas, sin que éstos sean separados por arbitrarias fronteras políticas. Un buen ejemplo es el de las cabras montesas, que veranean en Francia e invernan en Italia. La unificación de sus parques, ha logrado que el íbice viva todo el año protegido en un parque transfronterizo.
Este tipo de cooperaciones, afortunadamente aumenta cada vez más entre las naciones europeas, pero este es un camino de largo recorrido.
Lo que si está claro es que “Europa se hace camino al andar”, golpe a golpe, verso a verso, como diría Machado, y si bien, los principios de precaución y las medidas que favorecen los derechos animales, son insuficientes, en este reto de salvar la biosfera, que se está haciendo de solución inminente, son un principio.
Un principio, que marca una forma de cómo ha de andarse por estas materias. Ojala el tiempo dote de reconocimiento y de éxito a las medidas europeas en esta materia y ojala, que EEUU y otros países menos sensibilizados se dejen llevar por esta corriente, que quiere salvar nuestro barco, el barco de todos.
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