LA NECESARIA INMIGRACIÓN
Un centenar de nacionalidades, ochenta y siete lenguas con diferentes dialectos y una diversidad cultural asombrosa, convierten a la “Unión Europea” en una de las zonas de mayor diversidad cultural.
Inicialmente, estos factores se veían como un problema para el desarrollo de la cultura europea, pero ya a partir de los 70, empezó a verse de forma diferente.
Se vea como se vea, abordar la diversidad cultural representa a priori bastantes dificultades, y más aún, cuando Europa no para de recibir inmigrantes que vienen del exterior de la Unión Europea.
Los habitantes de los países pobres del mundo (más pobres hoy por el efecto de la globalización) se ven obligados a buscarse trabajo en los países más desarrollados, para ello, emigran a estos países y aceptan trabajos que la población autóctona suele desdeñar. El empresario de los países desarrollados, que sabe de la necesidad del inmigrante, les paga sueldos que rozan los mínimos… Y esto a la larga repercute en una disminución de los salarios de todo el mundo.
Así, en una época caracterizada por los impuestos que tenemos que pagar, los ciudadanos de a pié de los países “más desarrollados” miran con recelo a un inmigrante, que está sacando provecho de ayudas, educación y seguridad social, costeada con los impuestos que estamos pagando todos.
Otro factor que perjudica la visión europea de los inmigrantes, es el alto nivel de delincuencia que estos representan. Delincuencia que llega en parte por el alto nivel de desempleo que sufren los inmigrantes.
Todo esto, está despertando el sentimiento de invasión en los abrumados europeos, que afirman, en general, que el inmigrante abusa de los servicios del “bienestar social” y que están cansados. No en vano, fuerzas de extrema derecha están tomando fuerza en diversos países europeos, con programas e ideas con llamamientos contrarios a los inmigrantes.
Históricamente no siempre se ha visto igual a los inmigrantes en Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido, Francia, Bélgica, Suiza e incluso España e Italia, reclutaban “inmigrantes invitados” para cubrir la escasez de mano de obra que la contienda había dejado. Se los recibía con los brazos abiertos porque eran esenciales para la reconstrucción de nuestras economías.
A partir de 1973, el embargo del petrolífero de la OPEP provocó una recesión de alcance mundial e hizo que el paro comenzara a subir, y así los habitantes autóctonos empezaron a mirar negativamente a los inmigrantes.
La absorción de millones de inmigrantes en la Europa del último medio siglo ha sobresaltado a la población autóctona europea.
Por otro lado, Europa, le pese a quién le pese, necesita de estos inmigrantes para perpetuarse, ya que de lo contrario, en los próximos años el número de población anciana representaría porcentajes preocupantes. Según Martin Wolf, “Europa se está convirtiendo en una inmensa residencia de ancianos”.
Así, los gobiernos europeos, miran ahora hacia programas que estimulen la natalidad, con ventajas fiscales, reducción de precios de servicios públicos, bajas por maternidad remuneradas, guarderías infantiles gratuitas, ayudas económicas (como los 2500 € que da el gobierno al tener un hijo), etc.
Pero los resultados, de momento, no están siendo muy fructíferos, y hay diversos motivos que ayudan a ello: como la permanencia en el sistema educativo por más tiempo, la edad de casarse más elevada, la decisión de retrasar el momento de ser madres por mujeres que sacan sus carreras universitarias, la necesidad de que trabajen los dos miembros de la pareja para mantener el nivel de vida, el aborto, el divorcio, el repudio a las obligaciones parentales y deseo de mayor libertad… etc.
En algunos países europeos el porcentaje del PIB que se invierte en las pensiones es tan alto, que están bajando las prestaciones para las pensiones y/o elevando la edad para jubilarse de los 60 a los 65 años.
Siendo este el panorama, a Europa no le quedan muchas más opciones, a parte de abrir la puerta a millones de inmigrantes, que compensen el escaso índice de natalidad.
Los europeos nos encontramos pues, entre la espada y la pared, y el incremento de la tasa de natalidad y la apertura de espacios para acoger a nuevos inmigrantes requiere sacrificios. Estas dos cuestiones son vitales para el sueño de Europa, ¿y para qué sirve un sueño si no queda nadie en el futuro que pueda beneficiarse de su promesa?
En EEUU, los inmigrantes asimilan rápidamente la cultura dominante y quieren despojarse de su pasado cultural para acogerse al “sueño americano”; aquí es bien diferente, aquí la mayoría trae consigo su cultura…
También es cierto que las culturas se están haciendo cada vez más móviles y e independientes de sus territorios, gracias a Internet, la tv por satélite, la telefonía móvil, etc. que permite a sus miembros estar conectados con su cultura nativa aunque estén a miles de kilómetros.
La cultura musulmana y la francesa empiezan a entremezclarse muy a pesar de los franceses… Pero éste fenómeno no se da sólo en Francia, sino en más países europeos, como Alemania, o sin ir más lejos, España.
Tras los fatídicos atentados del 11-M y la salida del gobierno del “Partido Popular”, que España supo penalizar por su participación en la ilegal guerra de Irak, los europeos temen que las poblaciones islámicas europeas puedan servir de sede para nuevas células terroristas locales.
A medida que crece la interacción cultural y las relaciones comerciales, políticas y culturales, entre la Unión Europea y sus vecinos, las fronteras se vuelven aún más borrosas. En contradicción, la UE, está adoptando medidas para reforzar sus fronteras frente al influjo de inmigración ilegal que llega a la comunidad. La Unión Europea está atrapada entre la vieja política de los territorios limitados y la nueva política del espacio global.
Si el “sueño americano” se basa en una sola cultura (la americana) y un solo tiempo, labrarse un “futuro mejor”; el nuevo “sueño europeo” es mucho más complejo, abarca: pasado, presente y futuro. Pasado por las diversas culturas que quieren preservarse y cultivarse. Presente por disfrutar de una buena calidad de vida aquí y ahora. Y futuro por alumbrar un mundo de paz sostenible en un futuro próximo. Y todo ello, en un contexto de inclusión, que respete el sueño y la cultura individual de cada cual. Difícil para cualquier imaginación sin duda. Necesitamos que los 455 millones de europeos estemos cohesionados en un concepto que nos vincule e impulse nuestro sueño.
Y más ahora, en tiempos de crisis.
Un centenar de nacionalidades, ochenta y siete lenguas con diferentes dialectos y una diversidad cultural asombrosa, convierten a la “Unión Europea” en una de las zonas de mayor diversidad cultural.
Inicialmente, estos factores se veían como un problema para el desarrollo de la cultura europea, pero ya a partir de los 70, empezó a verse de forma diferente.
Se vea como se vea, abordar la diversidad cultural representa a priori bastantes dificultades, y más aún, cuando Europa no para de recibir inmigrantes que vienen del exterior de la Unión Europea.
Los habitantes de los países pobres del mundo (más pobres hoy por el efecto de la globalización) se ven obligados a buscarse trabajo en los países más desarrollados, para ello, emigran a estos países y aceptan trabajos que la población autóctona suele desdeñar. El empresario de los países desarrollados, que sabe de la necesidad del inmigrante, les paga sueldos que rozan los mínimos… Y esto a la larga repercute en una disminución de los salarios de todo el mundo.
Así, en una época caracterizada por los impuestos que tenemos que pagar, los ciudadanos de a pié de los países “más desarrollados” miran con recelo a un inmigrante, que está sacando provecho de ayudas, educación y seguridad social, costeada con los impuestos que estamos pagando todos.
Otro factor que perjudica la visión europea de los inmigrantes, es el alto nivel de delincuencia que estos representan. Delincuencia que llega en parte por el alto nivel de desempleo que sufren los inmigrantes.
Todo esto, está despertando el sentimiento de invasión en los abrumados europeos, que afirman, en general, que el inmigrante abusa de los servicios del “bienestar social” y que están cansados. No en vano, fuerzas de extrema derecha están tomando fuerza en diversos países europeos, con programas e ideas con llamamientos contrarios a los inmigrantes.
Históricamente no siempre se ha visto igual a los inmigrantes en Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido, Francia, Bélgica, Suiza e incluso España e Italia, reclutaban “inmigrantes invitados” para cubrir la escasez de mano de obra que la contienda había dejado. Se los recibía con los brazos abiertos porque eran esenciales para la reconstrucción de nuestras economías.
A partir de 1973, el embargo del petrolífero de la OPEP provocó una recesión de alcance mundial e hizo que el paro comenzara a subir, y así los habitantes autóctonos empezaron a mirar negativamente a los inmigrantes.
La absorción de millones de inmigrantes en la Europa del último medio siglo ha sobresaltado a la población autóctona europea.
Por otro lado, Europa, le pese a quién le pese, necesita de estos inmigrantes para perpetuarse, ya que de lo contrario, en los próximos años el número de población anciana representaría porcentajes preocupantes. Según Martin Wolf, “Europa se está convirtiendo en una inmensa residencia de ancianos”.
Así, los gobiernos europeos, miran ahora hacia programas que estimulen la natalidad, con ventajas fiscales, reducción de precios de servicios públicos, bajas por maternidad remuneradas, guarderías infantiles gratuitas, ayudas económicas (como los 2500 € que da el gobierno al tener un hijo), etc.
Pero los resultados, de momento, no están siendo muy fructíferos, y hay diversos motivos que ayudan a ello: como la permanencia en el sistema educativo por más tiempo, la edad de casarse más elevada, la decisión de retrasar el momento de ser madres por mujeres que sacan sus carreras universitarias, la necesidad de que trabajen los dos miembros de la pareja para mantener el nivel de vida, el aborto, el divorcio, el repudio a las obligaciones parentales y deseo de mayor libertad… etc.
En algunos países europeos el porcentaje del PIB que se invierte en las pensiones es tan alto, que están bajando las prestaciones para las pensiones y/o elevando la edad para jubilarse de los 60 a los 65 años.
Siendo este el panorama, a Europa no le quedan muchas más opciones, a parte de abrir la puerta a millones de inmigrantes, que compensen el escaso índice de natalidad.
Los europeos nos encontramos pues, entre la espada y la pared, y el incremento de la tasa de natalidad y la apertura de espacios para acoger a nuevos inmigrantes requiere sacrificios. Estas dos cuestiones son vitales para el sueño de Europa, ¿y para qué sirve un sueño si no queda nadie en el futuro que pueda beneficiarse de su promesa?
En EEUU, los inmigrantes asimilan rápidamente la cultura dominante y quieren despojarse de su pasado cultural para acogerse al “sueño americano”; aquí es bien diferente, aquí la mayoría trae consigo su cultura…
También es cierto que las culturas se están haciendo cada vez más móviles y e independientes de sus territorios, gracias a Internet, la tv por satélite, la telefonía móvil, etc. que permite a sus miembros estar conectados con su cultura nativa aunque estén a miles de kilómetros.
La cultura musulmana y la francesa empiezan a entremezclarse muy a pesar de los franceses… Pero éste fenómeno no se da sólo en Francia, sino en más países europeos, como Alemania, o sin ir más lejos, España.
Tras los fatídicos atentados del 11-M y la salida del gobierno del “Partido Popular”, que España supo penalizar por su participación en la ilegal guerra de Irak, los europeos temen que las poblaciones islámicas europeas puedan servir de sede para nuevas células terroristas locales.
A medida que crece la interacción cultural y las relaciones comerciales, políticas y culturales, entre la Unión Europea y sus vecinos, las fronteras se vuelven aún más borrosas. En contradicción, la UE, está adoptando medidas para reforzar sus fronteras frente al influjo de inmigración ilegal que llega a la comunidad. La Unión Europea está atrapada entre la vieja política de los territorios limitados y la nueva política del espacio global.
Si el “sueño americano” se basa en una sola cultura (la americana) y un solo tiempo, labrarse un “futuro mejor”; el nuevo “sueño europeo” es mucho más complejo, abarca: pasado, presente y futuro. Pasado por las diversas culturas que quieren preservarse y cultivarse. Presente por disfrutar de una buena calidad de vida aquí y ahora. Y futuro por alumbrar un mundo de paz sostenible en un futuro próximo. Y todo ello, en un contexto de inclusión, que respete el sueño y la cultura individual de cada cual. Difícil para cualquier imaginación sin duda. Necesitamos que los 455 millones de europeos estemos cohesionados en un concepto que nos vincule e impulse nuestro sueño.
Y más ahora, en tiempos de crisis.
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