Dirigiré una película: "Cuando el cielo se caiga"

Dentro de las pretensiones de cada uno, una de las mías sería poder dirigir alguna película. Pues bien, ya sé cual quiero que sea y sé el título, sé incluso hasta los actores que me gustan... Se trata de una adaptación de la ejemplar novela "Cuando el cielo se caiga" de mi buen amigo, y futuro guionista de cine (si le interesa el proyecto), Francisco Galván.

Este será el cartel (pinchad sobre él para verlo más grande):

Director: Juan José Rubio Silvestre
Género: Drama
País: España
Año: ¿2010?
Guión: Francisco Galván Olalla
Intérpretes: Tristán Ulloa (Claudio), María Adánez (Carmen), Nancho Novo (Herreros), Antonio Resines (conde Peñalta), Pilar Bardem (doña Asun), Maria Galiana (doña Flora), Blanca Romero (Lourdes), Álvaro de Luna (Luis del Arco), entre otros.

Sinopsis: En el Madrid asediado de los últimos días de la guerra civil, una joven es fusilada junto al cementerio del Este. Las extrañas circunstancias que rodean aquel ajusticiamiento, unidas a otros crímenes sin conexión aparente, precipitarán a Claudio Ballesteros, policía de la brigada de investigación criminal, en una investigación contrarreloj que ha de ser resuelta antes de que las tropas del general Franco entren en la capital. "Cuando el cielo se caiga" es una intriga policíaca con el dramático trasfondo de una ciudad a punto de derrumbarse.


Y el único problema que tenemos para la película, Paco, va a ser el productor, así que encárgate tú de buscarlo, yo no conozco a ninguno. Es una pena, porque íbamos a arrasar en los Goya, y que no llegáramos a los Óscars...

LA NOVELA

Como dice "Casadellibro" su trepidante trama, unida a una cuidada descripción histórica, la hicieron merecedora del IXL Premio de Novela Ateneo-Ciudad de Valladolid. Y novelas como esta (esto lo digo yo) son las que dan prestigio a este tipo de premios. Y segun me contaba el propio Paco el otro día, en la obra todos los lugares mencionados son reales, como también lo es que se vendieran orejas de burro en la carnicería, que se talaran los árboles de la capital para hacer carbón e incluso reflejos de vivencias de su padre (casualmente o no, llamado Claudio y también policía (aunque después de la guerra)) y su madre (que como Carmen era enfermera).

También Galván me recomendó que leyera este post: "El robo real", su contenido os resultará muy familiar tras leer el libro, jejeje

Como la película seguramente no podrá ser (al menos no conmigo como director), os dejo un pequeño fragmento de la obra en agradecimiento a Francisco Galván por haberme brindado esos buenos momentos que he pasado leyendo sus letras, que por instantes me trasladaban a una época que afortunadamente no me tocó vivir y que supuso tantas tragedias para este país.

Fragmento del capítulo "Jornada tercera"

Aparecen por el cielo gris. Pequeños puntos por el norte. Se acercan. Cada día vuelan más bajo. Envalentonados. Algunos cazas los escoltan por si a la aviación republicana se le ocurre tratar de interceptarlos. Grupos de tres. Son dieciocho Junker esta vez. Los cazas caracolean a su alrededor. Más rápidos, más ágiles. Como los perros que acompañan a los carros de los gitanos por la carretera. Ahora delante, ahora detrás, entre las ruedas, entre las patas de las mulas. Carreras por la cuneta. Débiles explosiones adornan en el cielo la marcha de los Junker. Son las baterías antiaéreas de Madrid. Pobres y míseras. Como las piedras que arroja el gitano a sus perros. Retumban las explosiones en el centro de la ciudad. Giran las pavas a la izquierda. Se acercan a Ventas. Se acercan al cementerio del Este. No dejan de cagar sus excrementos de muerte. Van regando Madrid con su mierda. Bombardean el barrio de Las Ventas, probablemente les gustaría reducirlo todo a cenizas, salvo la plaza de toros, claro. Referente de las esencias de españolidad. Aglutinante de los valores patrios. Ni fascistas españoles ni nazis alemanes harían daño a un monumento así. Por eso el general Miaja ordenó disimular en su coso algunas baterías antiaéreas. El reguero de muerte alcanza el cementerio. Cráteres enormes se abren entre las tumbas y los mausoleos. Saltan por los aires mármoles y ladrillos, huesos secos y mortajas podridas. El miliciano adosado a la tapia, plano en su cartel, se muestra impertérrito ante el destrozo. ¡Ha visto tanto ya! Un caza surge veloz tras el edificio de nichos. Muy bajo. Atruena el cielo con el petardeo de su motor. Es una carraca cargada de fuego. Se ve la sonrisa del piloto. Todos se arrojan al suelo asustados. Claudio, Carmen, las dos ancianas... El enterrador se cae de la escalera. Les cubre la bruma rala. El barro les pringa. <¡Ha pasado tan cerca! ¿has visto la cara de cabrón del piloto?>, dice uno de los funcionarios de pompas fúnebres incorporándose. Hace un giro a lo lejos el caza. Se inclina. Regresa. Aún más bajo. Crece el zumbido de su motor hasta hacerse ensordecedor. Dispara una ráfaga. El ruido de las ametralladoras apenas se escucha. Pero un reguero de polvo y barro avanza hacia ellos aún más rápido que el avión. Son dos líneas paralelas de muerte que se les vienen encima. Se arrojan de nuevo al suelo. Aterrorizados. El funcionario que vio la cara de cabrón del piloto exclama: <¡Será hijoputa!>, antes de clavar sus narices en el barro. El trazo de muerte, como un costurón enorme, les barre, les sobrepasa y choca contra el edificio de nichos. Retumban las tumbas, huecas de huesos y polvo. Saltan las lápidas en los pisos, sucesivamente, de arriba abajo, mientras el caza sobrevuela a escasos metros el cementerio. Quiere asesinar a la muerte. Ni vivos ni muertos. Los vivos, muertos, y los muertos, dos veces muertos. Se pierde su zumbido. Las pavas que han barrido parte del cementerio con sus bombas, se van con su cohorte de perros alados.


Se incorporan casi todos. Se limpian el barro. Miran a su alrededor. Los nichos destrozados. Toda una fila vertical de lápidas, con sus nombres y sus fechas, sus cruces y sus retratos, se ha quebrado, exponiendo el aire frío en su oscuro contenido. Alguien permanece tumbado. Inmóvil. Corre Claudio hacia él. Gira el cuerpo inerte. Es el operario que cayó de la escalera. Un agujero enorme le taladra la frente. El cerebro le fluye lento hacia fuera. Se le escurre hacia el barro mezclado con sangre. Pócima de muerte: sangre, barro y sesos. Tiñe de pardo el suelo del campo santo.

Francisco Galván

Un libro que te engancha desde la primera página. No dejéis de leerlo.
Paco felicidades y gracias.

Cuando acabe las oposiciones seguiré disfrutando con tu obra.
Y que vaya todo bien el jueves. Te espero pronto de vuelta.

Enlaces:

"El hombre del pirulí" el blog de Francisco Galván.
"Francisco Galván" el otro blog de nuestro Paco

"Cuando el cielo se caiga" en Casadellibro
Otras novelas de Galván en "Casadellibro"

Mención a Galván