Como
ya dije hace unos días, hoy a propuesta de
Senovilla y
Ángel Cabrera escribimos sobre "
convivencia". No sé si lo que he preparado será lo que se pretendía o no, pero como dice mi buen amigo
Markos, "
si no lo escribo, reviento...". Se trata de una historia verídica pero en la cual he cambiado los nombres de los protagonistas.
La historia de Luis
Pedro es un maestro de Educación Primaria, que acaba de debutar en el mundo de la docencia. En sus primeros días de clase con un grupo de 18 niños decidió realizar una sociometría para ver cuál era la dinámica de grupo que había en su aula. La sociometría mediante preguntas como "¿con quién te gusta más jugar?", "¿con quién menos?", "¿con quién te gustaría hacer un trabajo para clase?", "¿con quién no?", etc. buscaba dibujar una telaraña de relaciones entre los alumnos para saber qué niño está bien considerado por sus compañeros, cuál no, si hay alguno que es el líder, si hay alguno arrinconado...
El caso es que cuando Pedro observó esta telaraña se quedó fuertemente preocupado por un niño, Luis. Luis era un caso claro y evidente de niño rechazado. Nadie lo eligió como mejor amigo, nadie lo eligió como uno de sus favoritos para jugar, nadie lo eligió como posible compañero para hacer un trabajo... Y lo que era peor, más de la mitad de la clase lo eligió como respuesta a "¿con quién no quieres jugar?" o "¿con quién no te gustaría hacer un trabajo para clase?".
Pedro se dedicó en los siguientes días a observar el comportamiento de Luis, y el de sus compañeros. Lo que el estudio había reflejado no era más que una prueba de lo que sucedía a diario en su clase. Desde su inexperiencia, Pedro se sintió frustrado e impotente, ¿cómo lograr que 17 niños quieran relacionarse con otro?, ¿cómo encontrar la fórmula mágica para la convivencia?
Ayer Carlos (otro de los niños) le pegó a Luis en la cara. Cuando Pedro le riñó y le pidió explicaciones, Carlos argumentó que le había pegado porque era un pesado y porque no quería ser su amigo. Pedro sintió en este momento como a la bofetada que le habían dado a Luis en la cara se le sumaba la que le estaban dando ahora en el alma. Después de hacerle que se disculpara (forzosamente) el día transcurrió como cualquier otro. Pedro continuó todo el día pensando en lo difícil que resulta convivir con los demás cuando éstos no quieren hacerlo contigo, y también pensando en la impotencia que le provocaba esta situación.

Por la tarde, en el patio, los niños se disponían a jugar un partido de fútbol. Pedro, pensando en Luis y en que si los demás elegían a los miembros del equipo le dejarían el último, nombró a Luis y a otro niño para que formaran ellos el equipo. Cuando Luis nombró a su primer elegido, Pedro lo comprendió todo: la respuesta está en ponerle voluntad y en levantarse después de cada tropezón, en tenderle la mano a los demás aunque a veces te la retiren.
- ¿A quién eliges Luis?
- A Carlos.
Y Carlos fue a colocarse detrás de Luis con cara más bien de resignación.
Pedro no sabe cómo acabará esta historia ni si Luis conseguirá relacionarse con sus compañeros y convivir con ellos en esas horas diarias que pasan juntos. Pero sabe que el camino es el que Luis le marcó, ni un paso atrás, siempre adelante, porque convivir a veces resulta muy complicado, pero sin la convivencia estaríamos perdidos.
Por cierto, Pedro acepta y agradece sugerencias e ideas para ayudar a Luis con sus compañeros.
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