domingo, 27 de abril de 2014

Alfie Kohn: “los deberes no proporcionan ningún beneficio académico"


el mito de los deberes

Hoy comparto con vosotros fragmentos de un interesante artículo que he leído en "El blog alternativo" y con los que estoy muy de acuerdo.

“Creo que el efecto más perturbador es que la falta de interés de los niños por las tareas los lleve a adoptar una actitud negativa hacia el colegio y el aprendizaje en general. Diría que las tareas son el principal y MAYOR EXTINGUIDOR DE LA CURIOSIDAD INFANTIL. Queremos niños completos, que se desarrollen social, física y artísticamente, y que tengan también tiempo para relajarse y ser niños” Alfie Kohn.

El impacto de los deberes en la vida de las familias con hijos escolarizados es, en muchos casos, el siguiente:
  • una carga para las famlias
  • un estrés para los niños
  • un conflicto familiar
  • menos tiempo para otras actividades
  • menos interés por el aprendizaje
Esos son los temas que se tratan en los primeros capítulos del libro recién publicado en español “El mito de los deberes: ¿Por qué son perjudiciales para el aprendizaje y la convivencia” de Alfie Kohn, profesor, autor comprometido con la renovación pedagógica, uno de los críticos más destacables en EEUU del sistema educativio actual, experto en el proceso de aprendizaje y cómo se bloquea, y escritor de varios libros.

Existe un mito por el cual los deberes en casa (tras largas jornadas escolares) benefician a los niños y aportan responsabilidad, disciplina, hábitos de estudio y más. Pues Alfie Kohn tira por la borda este tipo de planteamientos y, avalado por multitud de investigaciones, concluye que “los deberes no proporcionan ningún beneficio académico para los alumnos de primaria y existen serias dudas sobre si son recomendables para los estudiantes de secundaria”. 

Algunos de los fragmentos del libro, nos dejan citas tan interesantes como las siguientes: 
Tras pasarse la mayor parte del día en la escuela, a los niños se les mandan —por norma general— tareas adicionales para realizar en casa. Un hecho muy curioso cuando te detienes a pensar sobre ello, pero no tan curioso como el hecho de que muy pocas personas se detengan a pensar sobre ello. Merece la pena preguntarse no solo si existen buenas razones para apoyar la práctica casi universal de mandar deberes para casa, sino también la razón por la que esta práctica tan a menudo se considera como algo natural —incluso por un considerable número de familias y de profesorado a quienes les preocupa su repercusión en la vida de los niños—.
El misterio aumenta cuando se constata que las extendidas creencias sobre los beneficios de los deberes —mayor rendimiento académico y promoción de valores como la autodisciplina y la responsabilidad— no vienen corroboradas por la evidencia científica disponible. Como veremos más adelante, los datos en que se apoyan dichas creencias son débiles o inexistentes, dependiendo del componente específico que se esté investigando y de la edad de los estudiantes. Pero, de nuevo, esto rara vez ha provocado una discusión seria sobre la necesidad de los deberes, ni ha calmado las exigencias de que se manden todavía más.

No hay duda de que estamos ante un tema de enorme relevancia para casi todos los que conviven con niños y jóvenes —un tema ante el que muchos nos sentimos frustrados, confundidos o incluso enfadados—. Pero a pesar de nuestra preocupación, rara vez se cuestiona la creencia de que se deberían seguir mandando deberes.
Esta postura de aceptación generalizada sería comprensible si, de vez en cuando, la mayoría del profesorado decidiera que un determinado tema debe continuar después del colegio y, entonces, se pidiera a los alumnos que leyeran, escribieran, investigaran, o hicieran algo en casa esa tarde. Podríamos plantearnos dudas sobre ciertas tareas pero, al menos, sabríamos que los profesores están aplicando un criterio, decidiendo caso por caso si las circunstancias realmente justifican la intromisión en el tiempo familiar, y valorando la probabilidad de que el resultado sea un aprendizaje significativo.
En esta línea, he de decir que en mi colegio cuando encargamos alguna tarea a los alumnos para hacer en casa, se trata de tareas significativas y necesarias para el alumnado, de carácter investigador o creativo y nunca tareas mecánicas. Además no existe una periodicidad para ello, las necesidades del día a día las marcan. Puede que una semana haya una tarea y luego pasen varias hasta que vuelva a ser necesario...

Es desconcertante que muchas escuelas que se describen, con orgullo, como “progresistas” o “alternativas”, manden tareas tradicionales de manera habitual en cuanto los niños llegan a tercero o cuarto de primaria y, algunas veces, incluso antes.  
 Cambiar el valor por defecto no es fácil, sobre todo en lugares donde el compromiso con el valor de los deberes está más cerca del dogma religioso que de la hipótesis científica. Además, un montón de tareas no solo resultan inadecuadas, son perjudiciales. Transmite a los niños la idea de que aprender sobre lugares lejanos (o la poesía o conceptos matemáticos) es algo aburrido y sin sentido, y elimina su deseo de explorar ideas. Como ocurre con muchos otros temas educativos, los beneficios de añadir buenas prácticas son limitados, a no ser que también estemos dispuestos a trabajar por la eliminación de las malas prácticas. 

Podemos evitarlo: debemos animarnos unos a otros (y a nosotros mismos) a repensar la creencia básica de que los deberes son inevitables y deseables. Deberíamos debatir sobre su valor y, si estamos convencidos de que hacen más mal que bien, posicionarnos en su contra. Los profesores deberían hablar sobre el tema con sus colegas, así como con los padres; los padres deberían hablar con sus amigos, así como con los profesores de sus hijos. Compartir información es una forma de ayudar a que esto ocurra, como encontró Bethany Nelson en la Sparhawk School. Del mismo modo, Ruth Lazarus, una trabajadora social del área de Chicago, comenta: “Los padres suelen tener tal ansiedad por las consecuencias de que sus niños no completen sus deberes, que yo diría que es la principal fuente de estrés para la mayoría de las familias con las que trabajo que tienen niños en edad escolar. Sin embargo, los datos ofrecidos por la investigación se han mostrado verdaderamente útiles para aliviar este estrés. Puesto que la investigación no corrobora el valor [de los deberes], muchas familias pueden relajarse”.

Lo que he encontrado es que la mayoría de los padres no quieren la pesadez de los deberes, pero tienen miedo de renunciar a ellos porque las cosas siempre han sido así. 

Katharine Samway era una de esas madres que habían aceptado su papel “como supervisora delegada…de la escuela” hasta que se vio pensando: “Tenéis a nuestros hijos durante seis horas, cinco días a la semana. ¿No podemos disponer de algo de tiempo para hacer lo que queramos con ellos?” Hasta que un día decidió decirle a su hijo: “No, no puedes hacer tus deberes hasta que hayamos vuelto del espectáculo/ regresado del paseo en bicicleta/acabado de jugar al fútbol/leído el libro, el capítulo o el poema”. Llegó a la convicción de que cuando las prioridades de la escuela están equivocadas, no hay que aceptarlas. La familia es lo primero. Los niños son lo primero. El verdadero aprendizaje es lo primero. Samway es profesora, a la vez que madre. Su experiencia como madre le enseñó el lado negativo de los deberes —lo que quitan—. Su experiencia profesional le dijo que no había mucho en el lado positivo; había poco que perder poniendo el poema o incluso el paseo en bicicleta por delante de las tareas de clase. Por supuesto, por valiente que fuera su decisión, lo que comenzó a hacer era solo una medida provisional que rescataba a su propio hijo. Pero decidió publicar sus reflexiones en una publicación educativa, con la esperanza de ayudar a que sus colegas repensaran sus prácticas.

Si los deberes persisten a causa de un mito, nosotros les debemos a nuestros niños —a todos los niños— luchar por una política que se base en lo que es verdadero y tiene sentido para ellos.
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MÁS INFO: web de la editorial Kaleida y blog El mito de los deberes